La nueva "normalidad": mi viaje a Estados Unidos.


“Esta tormenta pasará. Pero las decisiones que tomemos ahora podrían cambiar nuestras vidas en los años venideros. Yuval Noah Harari.

Empiezo a escribir esta entrada en el estado de Virginia, en Estados Unidos, a donde arribé el pasado 5 de mayo. Hoy es el 9 del mismo mes y me acabo de instalar en el hotel Hyatt Regency, a unos cuantos minutos del aeropuerto de Dulles en las afueras de Washington D.C. Mañana temprano vuelo de regreso a la ciudad de México. 

Entiendo que viajar en estos momentos está muy lejos de ser recomendable, y hacerlo al país que es el centro de la pandemia menos, pero realmente es un viaje de mucha importancia para mí, para la gente que amo y para mi país, lo que lo hace impostergable. Formo parte de un grupo de mexicanos que estamos tratando de hacer algo diferente. En algún otro momento explicaré brevemente que hacemos y porque estoy aquí, pero ese no es el tema principal de este texto.

Nunca en mi vida, tengo 57 años, me imaginé que algo como lo que estamos viviendo pudiera suceder y menos que pudiera cambiar nuestra forma de vida de manera tan diametral. Lo que antes era “normal”, simplemente ya no lo es. No nos engañemos esto es resultado de la pandemia, pero también del miedo que se ha apoderado de nosotros.

Vivirlo en carne propia y con los riesgos inherentes, ha sido, por decir lo menos, interesante.

Subirse a un avión siempre has sido un privilegio, aun así, es un proceso lineal y claramente definido, y que con la ayuda de la tecnología se vuelto más sencillo, sin implicaciones mayores que las que muchos conocemos: aeropuertos llenos, movimiento frenético de pasajeros, tripulaciones, seguridad, comercios por todos lados, y en los casos de viajes internacionales, migración y aduanas.

El hospedarse en un hotel era igualmente sencillo, libre de temores, de dudas y con una clara idea de los servicios a los que tenías acceso y dabas por un hecho.

Hoy, todo eso ha cambiado y seguramente en algunos casos de manera definitiva, en otros de manera temporal. Trataré de ser los más breve posible.

Los vuelos se han reducido de manera dramática en cuanto a su frecuencia y alcance, es decir, hay menos vuelos y cuándo esos vuelos son de más de tres o cuatro horas y hacia los Estados Unidos, la mayoría ya no se hacen de manera directa, tienes que hacer por lo menos una escala. Los lugares disponibles en el avión son prácticamente una tercera parte del total, todo esto resulta en menos aviones en el aire, ahorro en turbosina y en tripulaciones, y dentro del avión, la posibilidad de mantener una “sana distancia”. Todo esto tiene otro efecto directo, los vuelos ahora son carísimos. El vuelo redondo tuvo un costo aproximado de 29 mil pesos. Por otro lado, las tarifas en los hoteles no han variado mucho.

Me presenté al aeropuerto con dos horas de anticipación y me encontré con poca gente, mucha menos de la que esperaba, todos portando cubre-bocas y algunos más, guantes y caretas. En menos de10 minutos ya estaba en camino al filtro de seguridad.

Además del formato de migración tradicional, ahora también necesitas llenar un formato de la Secretaria de Salud que, por cierto, después tienes que capturar directamente en internet para obtener un código QR. ¿Por qué llenar el formato en papel entonces?

Este cuestionario incluye información de tus viajes más recientes, contactos de emergencia, la aerolínea y número de vuelo que vas a usar y tu número de asiento asignado, con toda esa información en caso de contagio podrán identificar y saber con quién estuviste y en dónde.

Con mi pase de abordar, pasaporte, visa, código QR, laptop y equipaje de mano, me dirigí al filtro de seguridad, donde primero me tomaron la temperatura y me hicieron algunas preguntas adicionales, al no registrar ninguna anomalía, me permitieron continuar. En esta ocasión había poco más de veinticinco personas encargadas del proceso de revisión y sólo yo para ser revisado.

A partir de ahí y hasta la puerta de abordaje, me sentí un personaje de la película protagonizada por Willy Smith, “Leyenda”, caminando solo a través de pasillos vacíos, con tiendas cerradas, poca iluminación, ningún otro ser humano y escuchando el eco de mis pasos.

Siempre compro un café antes de abordar un vuelo, hoy no hubo donde hacerlo.

El abordaje del avión también fue diferente, con excepción de la gente que viaja en “business”, ahora todos abordamos por número de fila, no por zona, primero los de la última fila y así hasta la fila más cercana a la puerta. No puedes quedarte parado en el pasillo; tienes que llevar un cubre bocas durante todo el vuelo (sino lo tienes la aerolínea te lo proporciona); el servicio durante el vuelo consiste en agua, alguna botana y no se usa el tradicional carrito, sólo charolas de plástico desechables; no puede haber más de dos personas esperando en el pasillo a utilizar el baño y deben de estar paradas sobre la señalización dispuesta en el piso para tal efecto; la basura se recoge cada quince minutos. Todo esto podría resultar caótico en un vuelo normal, pero éramos solamente veinte pasajeros (los conté).

Al llegar a Houston, donde hice mi escala, te reciben con otro termómetro y con otra serie de preguntas, después te diriges a migración y aquello, que normalmente es una locura, está vacío, pasas más rápido que de costumbre, como si el agente de migración te quisiera lejos de ahí lo más pronto posible, hasta en español te hablan.

Si registraste equipaje, pasas a recogerlo, pero ahora nadie retira las maletas del carrusel y las pone en una fila, las maletas pueden quedarse dando vueltas todo el día.

Me dirijo al filtro de seguridad, aquí había más de cincuenta personas esperando a los pasajeros, que resultamos ser solamente cinco.

Igual que en México, todo cerrado, pero con un poco de más movimiento, bueno eso es un decir, en el tren que nos trasladó entre terminales íbamos solamente tres personas.

La historia para abordar el otro vuelo fue igual que lo detallado con anterioridad, la única diferencia es que ahora éramos solamente diez pasajeros.

Mi destino final era el estado de Maryland, a 30 minutos de Washington D.C., pero llegué al aeropuerto de Dulles, que está ubicado en el Estado de Virginia; si eres un viajero internacional no está permitido que atravieses de un estado a otro después de las ocho de la noche. Me instalé en un hotel junto al aeropuerto.

Imaginen a una persona con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TDC), como su servidor, con la atención puesta en dónde pone las manos durante 10 horas, que fue lo que duró el viaje, llegando a un cuarto que no es el suyo, que no sabe quién lo usó antes que él y quién carajos lo limpió y cómo lo limpió.

La recepción del hotel tiene una división de plástico entre el huésped y la/el recepcionista. Para mi “tranquilidad” me explicaron que ahora los hoteles destinan un piso o dos pisos por semana, dependiendo del tamaño del hotel, para recibir a los huéspedes. A la siguiente semana destinan pisos diferentes para recibir a los nuevos huéspedes, de esta manera controlan por grupos quién llegó y cuando se va, y pueden programar la sanitización piso por piso. Al llegar a tu cuarto, en la puerta tiene un sello con la leyenda de “sanitizado”.

No hay valet parking, no hay “botones”, todos los restaurantes están cerrados, no hay servicio a cuartos, no puedes permanecer en el lobby, no hay servicio de gimnasio, no hay servicio de lavandería no tintorería, no hay nada en el refrigerador de tu habitación, no limpian tu cuarto durante tu estancia y si requieres cambio de toallas o algún producto de limpieza adicional, tienes que ir a la recepción a solicitarlos para llevártelos contigo. Si tienes ganas de comer algo, puedes tomarlo de un refrigerador dispuesto para ello. No reciben dinero en efectivo.

Al entrar a mi cuarto lo primero que hice fue limpiar cada superficie que me encontré con unas toallitas húmedas de Clorox, que ya no encuentras en México, y que casualmente vi en una pequeña tienda camino a tomar mi taxi.

La historia en el hotel de Maryland fue la misma, lo interesante aquí es que, aun siendo dos Estados independientes aplican las mismas reglas. En ambos casos he de decir que la ropa que me quitaba cada día, la metía en una bolsa de plástico y la cerraba con cinta para flejar. La ropa llegó directamente de las bolsas a la lavadora.

En la calle necesitas traer tapabocas, sí o sí, o te arriesgas a una multa que puede ser de hasta 5 mil dólares. No está permitido el servicio de entrega a domicilio ni de despensa, ni de comida. Si quieres una u otra tienes ordenarlas primero en línea, o por teléfono, y después pasar a recogerlas. Si tienes la costumbre de comer tres veces al día, repetirás el proceso 3 veces, y así que digas que Miguel no come, pues no verdad. La gente evade a la gente, los anglosajones desvían la mirada, los hispanos te analizan, pero todo mundo te "saca la vuelta".

p.d.
Hoy es 15 de mayo del 2020 y el Covid-19 en México ha provocado un total de 4,767 decesos. Para darnos una idea de “cómo hemos domado a la pandemia”, ya ocupamos el doceavo lugar a nivel mundial en ese rubro, por arriba de China, sí de China, que registra un total de 4,633. La población de China es de 1,395 millones de personas, en México 127 millones.

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